Hay un momento muy especial en la vida de un niño. Es el día en que aprendemos a montar en bicicleta y a propulsarnos con un elemento ajeno a nuestro cuerpo en una posición de equilibrio. Es cierto que antes empezamos con el taca-taca o el triciclo, pero no es lo mismo. Difícilmente se puede comparar esa sensación de libertad con la de cualquier otro momento de nuestras vidas. Bueno, supongo que sería algo así como empezar a andar, aunque en ese momento no somos realmente conscientes de lo que conlleva poder desplazarnos en una posición erguida por nosotros mismos. Me refiero a ESA sensación de libertad.
Lejos del turismo clásico, en el que corremos de un sitio a otro para ver el máximo de monumentos/edificios emblemáticos/museos sin disfrutar realmente de nada, está la opción del cicloturismo. Con la bici se impone otro ritmo. No sólo vemos sitios especiales, sino que nos fundimos con el ritmo de la ciudad y disfrutamos de ello.
Es cierto que esta forma de descubrir un destino tiene sus limitaciones. No todos los lugares están acondicionados para permitir su existencia, pero en todas partes hay zonas explorables por este medio.
Con la bici recuperamos un poco el espíritu aventurero. Se nos permite ir a nuestro propio ritmo, desviarnos del camino y encontrar pequeñas perlas que no salen en las guías, rincones escondidos con vistas increíbles, tiendas con encanto y restaurantes o bares que se convierten en clave en las memorias del viaje. Esto es extrapolable al cicloturismo rural y a las rutas en plena naturaleza.
Frente al auge de un urbanismo desmedido que amenaza con reducir el casco antiguo de las ciudades a un mero decorado turístico, se imponen nuevas corrientes. Cada vez nos gusta más abandonar la vida bulliciosa y acelerada de las ciudades, aunque sea sólo por un rato. En este punto, el casco histórico está viviendo un proceso de revitalización y reintegración en el ritmo de la ciudad proporcionando una burbuja donde la vida es más tranquila, donde hay tiempo para sentarse una terraza a tomar algo y hacer la compra o ir de tiendas en un entorno con encanto.
Más allá de todo lo que aporta al viajero, a nivel destino también encontramos puntos muy favorables:
Beneficios Medioambientales. La apuesta por la peatonalización de nuestros espacios urbanos y de la instalación de carriles bici es una muestra de la responsabilidad de nuestros destinos por la reducción de emisiones de gases contaminantes a la atmósfera.
Beneficios Sociales. El hecho de realizar los transportes en contacto directo con el entorno produce una relación más cercana del cicloturista con el lugar. Se gana en calidad de la experiencia y en implicación con todo lo que le rodea.
Beneficios Económicos. El implementar mejoras a nuestro destino que faciliten y acondicionen la visita de este perfil de cliente provoca, que con una escasa inversión, podamos dirigirnos a un target solidario, respetuoso y concienciado con el medio ambiente.
Beneficios Turísticos. El dinamizar y concienciar a nuestros visitantes en cuanto a un turismo sostenible, provoca una mejora en la experiencia del propio turista y un acondicionamiento de destinos más saludables.
Este tipo de turismo favorece la relación y el encuentro entre el lugar y turista. Tanto para los habitantes como para las personas que vienen de fuera, salir de rutas fijas, adentrarse por las calles y jardines por los que jamás habrían podido circular en coche, y visitar la ciudad en su conjunto constituye una experiencia directa y más antropológica. Sin apenas darnos cuenta promovemos la dinamización popular de las calles y las plazas, la recuperación de los bailes desaparecidos, del acordeón y de las gaitas; la recuperación del espacio público, del ágora.
Algunos de los destinos que han apostado por el cicloturismo y están teniendo buenos resultados son:
Funen, Dinamarca. Los cicloturistas gastan más per cápita que los visitantes motorizados, y además permanecen más tiempo en una misma zona.
Países Bajos. Los cicloturistas que recorren durante el verano las rutas ciclistas nacionales de los Países Bajos, realizan por término medio siete pernoctaciones en hoteles y hostales.
País de Gales. La Oficina de Turismo del País de Gales, una región muy similar al Cantábrico español, detectó que con los ciclistas se obtiene la mejor rentabilidad de las inversiones entre todos los proyectos considerados.
Austria. A lo largo de la ruta ciclista del río Danubio en Austria (unos 300 km), la hostelería ya se basa casi en su totalidad en los cicloturistas, que pueden circular prácticamente todo el año en etapas más o menos largas, gracias a la conexión de la ruta con el ferrocarril y los servicios ferroviarios de transporte de bicicletas.
Suiza. Se ha creado, implantado y publicitado, en tan sólo dos años, una red de itinerarios ciclistas de 3.300 km, aptos en su gran mayoría, tanto para las familias con niños como para los ciclistas deportivos.
Red Eurovelo. Un estudio realizado por la Universidad de Staffordshire (Reino Unido) estimaba que la puesta en marcha de la red EuroVelo (red transeuropea de grandes rutas ciclistas que cruzarán Europa de uno a otro confín) generaría unos 21.500 millones de euros de cara al horizonte 2020.
Camino de Santiago. Existe una ruta definida y generalmente segregada del tráfico motorizado. Cada año circulan miles de ciclistas, con beneficios evidentes para el turismo y la economía local.
No encuentro mejor forma de terminar este artículo que a través de este pequeño fragmento de la reseña que la Editorial Gedisa da del libro Elogio de la bicicleta:
“la bicicleta nos enseña, ante todo, a estar en armonía con el tiempo y el espacio. Nos hace redescubrir el principio de realidad en un mundo invadido por la ficción y las imágenes. El ciclismo es, por tanto, un humanismo que abre con renacidos bríos las puertas de la utopía y de un futuro más esperanzador: el símbolo de un futuro ecológico para la ciudad del mañana y de un proyecto urbano que tal vez podría reconciliar a la sociedad consigo misma”
Source / Fuente: cidecot.net
Author / Autor: cidecot.net
Date / Fecha: 01/05/14
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